lunes, 14 de diciembre de 2009

Thelma

Sentada en el umbral de su casa junto a su gata negra, su fiel compañera; ambas contemplando la estrellada noche que las ilumina con una tenue luz blanca, proyectando las tantas sombras que observa encontrándoles formas tenebrosas. A pesar de sus sombrías visiones, la noche está calma, una suave brisa fresca choca su lánguido cuerpo, acariciándolo, haciéndola sentir que está viva.

Luego de algunos minutos, Thelma llega a entender que aquellas sombras a las que le teme solo forman parte de su alma. Son aquellos fantasmas internos que desde hace meses se instalaron en su corazón.

La noche es hermosa.

Las estrellas se asemejan a cristales que brillan en aquella infinidad que acompaña a la muchacha. Embelesa sus sentidos contemplado la nada... y el todo… mientras toma un yogurt de vainilla.

Piensa, piensa mucho como de costumbre. Piensa como continuará su vida.

Pero esta vez elige no volar, no soñar, evita ser atrapada por aquellas fantasías que sólo llegan a existir en su mundo de ilusiones, bastante feliz, por cierto, muy distinto a su mundo real.. Solo piensa.

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